La noche del 26 al 27 de octubre se cambia la hora.
Llegan las últimas semanas de octubre y nos encontramos un año más ante el cambio horario, que combinado con la reducción paulatina de nuestra exposición a las horas de luz por estar metidos de lleno en el otoño, nos deja a las puertas de las semanas de mayor oscuridad desde ahora al próximo solsticio de invierno. Nos enfrentamos así a los días más “cortos” del año.
Para conocer el germen del cambio de hora debemos viajar Inglaterra a principios del s. XX. El constructor inglés William Willett, en 1905, propuso un adelantamiento progresivo semanal de 20 minutos en los relojes durante el mes de abril con el objetivo de sacar el máximo provecho a la luz natural. Como curiosidad la idea tuvo su protagonismo durante la I Guerra Mundial cuando en 1916, fue utilizada por las tropas alemanas y sus aliados, con el fin de ganar luz durante el día para optimizar sus estrategias bélicas.
En 1974 cambiar la hora dos veces al año se convirtió en la norma que continua vigente en nuestros días.
El ser humano siempre ha tratado de sacar el mayor partido posible a la luz natural, pero lo cierto es que paulatinamente hemos ido perdiendo esa sensación de necesidad de este imprescindible bien y acomodándonos a los espacios cerrados, llegando a ser conocidos como la Indoor Generation. Una realidad preocupante cuando son muchos los estudios científicos que han demostrado que a pesar de tener grandes comodidades en nuestros hogares y edificios, la falta de luz y aire natural o la sustitución por luces artificiales tiene un impacto negativo en la salud.
La propuesta es llevar a los hogares lo mejor del exterior, y lo hacemos con nuestras diferentes gamas de producto, aprovechando la entrada de luz natural a través del tejado, especialmente en áticos y espacios abuhardillados.
Las encuestas prueban que pasamos el 90% del tiempo en interiores, a pesar de que cuando nos preguntan solemos afirmar que anhelamos estar rodeados de más luz y aire fresco. Ahora, que comienzan los días más cortos y oscuros, los hogares que integran nuestros productos maximizarán el aprovechamiento de la luz natural hasta el último rayo de sol.
Vivir en un espacio iluminado con luz natural, nos acerca al exterior incluso en situaciones en las que por necesidad, debemos mantenernos en el interior; nos aporta beneficios para la salud, y además, supone un menor gasto energético que se traduce en un ahorro económico.